sábado, 3 de septiembre de 2011

Los ladrones somos gente honrada.


A penas son las 6 de la tarde de un caluroso 14 de Abril. Aún quedan dos horas y ya estamos aquí los actores, tramoyistas, peluquería y maquillaje y un largo etcétera de gente… Los nervios que habían ido apareciendo estos días atrás van creciendo cada vez que miramos el reloj y vemos que la aguja va más rápido que otros días. Paseos de un lado a otro, sin rumbo alguno, idas y venidas al baño y a fumar algún que otro cigarrillo, sonrisas que casi ni podemos articular por miedo a salir ante tanta gente, miedo a quedarte en blanco poder hacer el ridículo tú y dejar mal a tus compañeros.

El tiempo pasa quizás demasiado rápido y antes de que queramos darnos cuenta ahí estamos, todos en el camerino, todos reunidos sin poder mirarnos a la cara, sin apartar la mirada del suelo, con las piernas a punto de desfallecernos. La voz del padre Carlos se oye nerviosa, al igual que se ven nuestros gestos, pero a él se le ve más confiado que nosotros, sabe que todo va a ir bien, nos dice que en estos tres días vamos a triunfar, que tanto esfuerzo habrá merecido la pena aunque no nos lo acabamos de creer. Todas las manos juntas, nuestro grito de guerra, nuestro SETENTA. Todos preparados, todos listos, la luz se va apagando poco a poco, el patio de butacas queda a oscuras y un silencio se apodera del teatro, el único sonido, el ruido del abrir del telón, un foco se enciende y empezamos….

Salen unos y salen otros, el público se ríe, parece que lo están pasando bien, pero hasta que uno no sale, no se tranquiliza, hasta que comprueba que a pesar de todo le sale la voz. Todo acaba por salir bien, muchos aplausos, entradas casi agotadas cada día. Sí, todo esto es una gran satisfacción, pero lo que más fascinación me provoca es ese gusanillo que tenemos dentro al ver que esto es el fin de tantos ensayos, de tantas risas, discusiones y charlas, de tantas palomitas y peras, de esas ganas de tirar la toalla que acabaron por desaparecer. Ahí, en esos momentos es lo que más pena nos da, ver que ahora nos faltara algo por las tardes, que echaremos de menos a tantos… Y esos días parece que hay sentimientos que crecen, cariño que se multiplica, te sientes distinta a los demás días, porque a pesar de los nervios y de que te tiembla cada parte del cuerpo, esas sonrisas de complicidad con tus compañeros, esas miradas de confianza, esos mucha mierda, esos pulgares hacia arriba, que hacen de un simple gesto algo único cuando de verdad quieren decir que todo va a ir genial, esos abrazos al terminar y esos masajes al empezar, todo, cada movimiento cobra más importancia cuando estás ahí arriba, cuando sabes que aunque te equivoques, tus compañeros te van a ayudar.

Hay gente que se ríe cuando se enteran que todo por todo este sacrificio no pagan, sin darse cuenta que todo esto no tiene precio, que con estos gestos, con esas sonrisas, yo me doy por pagada. Porque a pesar de todo somos gente honrada

Gracias por estos meses.

No hay comentarios:

Publicar un comentario